
Hay películas grandes. Grandiosas. Épicas. Increiblemente apantallantes.
Garden State no lo es. Es simplemente un viaje, pero un viaje maravilloso. Un viaje musical, sobre todo. No hay ninguna canción mala en toda la banda sonora, la afinidad de las canciones escogidas con la escena que representan es milimétrica. Zach Braff se manda una historia a su estilo, llena de preguntas, de expresiones en blanco, de ambigüedades. Cada personaje es natural, no se juzgan, han aprendido a vivir consigo mismos, en cierta manera disfrutan de su imperfección.
Probablemente poco apta para quienes prefieren tramas complejas o efectos especiales. La película es sencilla, no intenta ser demasiado en ningún sentido, sino plantear hora y media de una vida casi normal, como todas las demás vidas.
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